sábado, 25 de abril de 2020

Domingo de la III semana de Pascua. Los discípulos de Emaús.

Imagen: El camino de Emaús, Robert Zünd, 1877.


Domingo de la III semana de Pascua
26 de abril de 2020, 8:00h.

¡Buenos días!

Esta semana leía de uno de los grandes científicos italianos, católico (sí, se puede ser científico y católico creyente, por mucho que en España nos hagan creer lo contrario) que los cristianos somos las personas más realistas. No somos seguidores de “ideas”. Sino que nosotros creemos en lo real. En lo que se puede tocar. Por eso, santo Tomás, el pasado domingo, nada más vio a Jesús, cayó de rodillas y creyó. “Señor mío y Dios mío”.  Este científico decía que las ideas están muy bien, que las ideologías hay algunas muy bonitas y al oído del hombre pueden llamarle la atención, pero… no duran. Tardarán más o menos pero no duran. Porque no son reales. Por eso el comunismo ha caído en algunos países y continuará cayendo. Porque no es real. Porque a las personas, por muy bien que le suene al oído, si al final del día tienen hambre y no tienen qué comer… algo falla. 

El encuentro con Jesucristo resucitado no nos saca de la historia, sino que nos inserta más a fondo en la vida de la Iglesia. Eso pasa en el evangelio de hoy domingo: los discípulos de Emaús. Acontece en la tarde del primer día de la semana, lo que es nuestro domingo. Son “dos de ellos” … no sabemos sus nombres… porque ellos somos todos los discípulos a lo largo de la historia. Dos que han caminado con Jesús, han sido Iglesia… pero están fugándose.  Se alejan del lugar de la derrota. Esta fuga es el camino inverso al de la salvación. 

Por el camino conversaban y discutían, cosa que normalmente no lleva a ninguna parte. Pero un caminante se pone a su ritmo. El paso de Jesús no les incomoda, al contrario, se adapta. Pero al igual que nosotros en nuestra vida ordinaria, no lo reconocemos… El desconocido lee sus corazones. ¿De qué discutís mientras vais andando? Podría reprocharles o pedirles explicaciones de por qué huyen. Jesús no busca un golpe de escena. Se interesa por sus problemas. Abra camino para que podamos entrar en Él. Hasta parece que la pregunta les ofende. Se paran. ¿Eres el único que…? Contadme. 

San Lucas tiene aquí la intención de plantar los cimientos en los discípulos. Y también en la vida de la Iglesia.
Sin duda alguna, los discípulos de Emaús tienen un afecto real por Jesús, pero también sufren su fracaso. El pecado de estos discípulos es el pecado de los que se creen justos: quererle decir al Señor cómo tenía y cómo tiene que hacer las cosas. Ayer y hoy.  Experimentan algo así como un amor traicionado: fue un profeta poderoso, en obras y palabras… le condenaron a muerte y le crucificaron… nosotros esperábamos que fuera el que iba a librar a Israel… 

Aquí no dicen más que bobadas subjetivas. Nosotros esperábamos. A mi me gustaría… Al final son sus desilusiones. La culpa cargada en los otros… los sumos sacerdotes que condenan a Jesús. Ellos son los que se han equivocado… El caso es que lleva ya tres días enterrado… aunque algunas mujeres dicen que ha resucita… pero ¿quien creerá a las mujeres?... ¿Quién se fiará del testimonio de los otros?...

Continuará a la tarde…
D. Juan Jose, párroco de la Sagrada Familia

jueves, 9 de abril de 2020

Que tengas un santo viernes.


Imagen para la contemplación: Ecce Homo, de Antonio Ciseri, 1871.


¡Buenos y santos días!
Estamos ya inmersos de lleno en el Triduo Pascual, que comenzaba ayer, como la gran celebración de la Institución de la Eucaristía, la del Sacerdocio y la del mandamiento nuevo: Amaos unos a otros como yo os he amado. El Señor nos daba ayer la clave: ¿quieres amar de la mejor manera? Ven a mi y te enseñaré lo que es la plenitud del amor, la verdadera caridad, la meta de la vida.

Tras estos grandes regalos, comenzaba ya la gran traición y el gran abandono. Traicionado por Judas, negado por Pedro, abandonado por todos. Durante esta noche, mientras nosotros dormíamos, en la noche, Jesús sufría un juicio civil y religioso, no se encontraban pruebas y los supuestos testigos no se ponían de acuerdo en las acusaciones.

Ahora, según la tradición y los estudiosos, a esta hora que nosotros despertamos, a Jesús ya se le había condenado. La muchedumbre que lo había aclamado Mesías y Rey, dejada llevar por unos jefes del pueblo asustados por perder su poder, acabaría condenándolo a la más vil de las muertes: la muerte en Cruz.

Nos sucede a menudo. Mientras nos dormimos condenan a muchos inocentes. Porque no estamos ahí, porque no estamos vigilando.

Jesús aceptará esa cruz. Sabe que “conviene que muera una por el pueblo”. El cobarde Pilatos se lavará las manos. Jesús abrazará la cruz. Y comenzará a subir la más difícil de las cuestas: el Calvario.

Se encontrará con Simón, el Cireneo. Cambiará su vida. Con la Verónica, cambiará su vida. Con su madre: todo lo hará nuevo…

En esta subida al Calvario… ¿estás dispuesto a encontrarte con Él?
¿O apartarás tu rostro? ¿O acaso, te lavarás las manos?

Que tengas un santo viernes.
Silencio, cruz y amor.
D. Juan José, p. Sagrada Familia.